lunes, mayo 14, 2007

Homenaje a Tomás


He atravesado las cortinas blancas
Ya sólo hay luz dentro de mis ojos.
A. Gamoneda

Estos versos del poeta y reciente premio Cervantes, Antonio Gamoneda parecen pensados para nuestro amigo Tomás y con ellos introducirnos en el alma de su pensamiento.
El C.P. ElPilar de Plasencia, rinde hoy un sencillo y emotivo homenaje a quien fue su director durante cuatro años, Tomás García Verdejo.
Son muchas las palabras emocionadas y de alabanza que se han escrito en su memoria y que dan muestra sobrada del afecto y cariño que desde distintas instancias, oficiales y privadas, se le tenía. Tomás era una buena persona.
Aunque, pasado el tiempo, de nuevo en nuestra memoria las heridas de su desaparición, otra vez se nubla nuestra mirada y rebosa el cáliz de los lamentos, del por qué de su prematura muerte. El tiempo curará las heridas, -acaso no las de tu familia, que seguirán supurando-, pero las suturas serán el testimonio de su recuerdo siempre; porque algo ha muerto en nosotros.
Sin embargo, una luz nueva viene a ser el lenitivo de nuestro dolor pues no es completa su desaparición, y la barca de Caronte vuelve, de cuando en cuando del reino de Hades, para traernos a esta orilla las estampas más lumínicas de su personalidad.
Hoy venimos aquí, a este centro al que quería como a un hijo, al que nunca abandonó, para rendirle homenaje, el homenaje de su regreso, siquiera por unos instantes, para infundirnos esa animosidad y humanidad de que siempre hacía gala. Hoy se acerca a nosotros - ninguno de los presentes lo siente tan cercano ahora - como leve luz que nos roza en la nuca y nos habla y nos susurra y nos tiende su mano amiga descendiendo a nuestro fondo oscuro para iluminarlo. Y es que Tomás vive allá en un campo de libertad, donde ve cumplidos todos los afanes por los que luchó mientras estuvo con nosotros.
Pero quiero ahora referirme a su madre, a su esposa Puerto y a sus dos hijas, a esas mujeres que saben de esos afanes, que viven en el territorio de la memoria y del sentimiento, de la nostalgia exenta de trompetería, en el silencio que empapa hasta los huesos, en una calma que hormiguea en los rincones de los recuerdos. Solas caminan en un mar de tribulaciones, siempre atentas a que esa antorcha que dejó encendida Tomás no se apague, que el escenario esté siempre lleno de presencias y sea el vínculo que las una más a él.
Si nosotros, hoy, con este acto, contribuimos un instante a avivar el fuego de esa antorcha, habremos aprovechado con bien las lecciones que con él aprendimos.
A.G.S.

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